Los samurai 侍 gobernaron Japón durante casi 700 años, y el último de los clanes (Tokugawa) aisló Japón del mundo y, aunque logró paz y estabilidad dentro del país, dejó al archipiélago muy resagado en comparación a las naciones de occidente. El gobierno de los samurai llegó a su fin en 1868, cuando el Emperador Mutsuhito (conocido después como Meiji) reclamó su poder imperial y restauró el imperio, acompañado de samurai con visión vanguardista.
El gobierno de Meiji trajo la modernidad a Japón, convirtiéndose en una de las cinco grandes potencias del mundo en solo 40 años. Los japoneses quedaron muy agradecidos, y conforme a la tradición shintoísta, construyeron el santuario de Meiji 明治神宮 como lugar de descanso eterno del espíritu (kami) del emperador y su emperatriz.
Desde entonces, este oasis en medio de la locura de Tokio ha sido visitado por millones de personas de todas partes del mundo, que quedan maravilladas con la paz y tranquilidad que se percibe en este santuario, el más grande de Tokio y uno de los más importantes de Japón.
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